Son días como el de hoy los que te hacen amar este deporte . El agua, el barro, las piedras que parecen pastillas de jabón, los arroyos transformados en ríos, el fango que te cubre los tobillos, el riesgo de correr por unos senderos regados por más de 200 litros un día antes, el sonido del torrente que baja de la montaña paralelo a tu paso, la niebla que se funde con los jirones de nubes que esconden los picos y que compiten contigo en la altura, la adrenalina que somete al miedo, lo rinde… o lo esconde para que se revele y rebele de nuevo en esas bajadas agrietadas y desafiantes que te erizan el vello… salta, sube, agárrate, escala, respira, vigila, lánzate, adelanta, esquiva, baja, dóblate, vuelve a empezar! Estas son las carreras por las que te sacrificas tanto, por las que merece la pena entrenar tanto. ¡Aquí es donde se vendimia! Más como estas, por favor .
Mil gracias a los organizadores por tener la valentía de no suspender la competición y regalarnos estas sensaciones tan especiales, a esos voluntarios/as que colocaron los cientos de balizas o se mojaron para indicarnos los desvíos, a las señoras de las migas, el café y los roscos que nos supieron a gloria bendita. Y sobre todo a vosotros: los Andrés, Vicente, Manolo, José Manuel y Ramón, por compartir conmigo esta mañana épica que ya queda guardada para siempre en nuestra memoria colectiva
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